jueves, 13 de junio de 2013

Maravillosas palabras de mi amigo Héctor del Canto

De la furia del Pacífico engendrado, en los cerros de Valparaíso fue plantado; como gusano, lombriz de tierra fue oxigenándola, haciendo del páramo la selva fértil del sur; aquella fue la tierra que rasgó con ternura, y los líquenes y helechos lo bendijeron y lo vieron como hermano, la lombriz que se hizo roble, alerce y araucaria bajo la tormenta y el volcán.

Allí, yo, la golondrina del norte llegó, y buscó un corazón amigo donde pasar el invierno que me perseguía desde la capital; pero la lluvia austral era cálida y sencilla y vital. Allí, la lombriz, que era roble, alerce y araucaria, me invitó al trueque. Allí, el me dio de sus frutos que eran sus creaciones, y yo le di mis cantos, que eran las mías. 


Pero las golondrinas vuelan siempre largas distancias y, como llevados por un magnetismo inexplicable, buscan el norte, su norte, sin brújula ni mapa. Sin embargo, con o sin norte, el nido en el árbol queda; con o sin ramas, los frutos bosques siembran; con o sin alas, la amistad verdadera siempre queda.

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